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Capítulo XII


P
robablemente se preguntará quien esto lea, de qué vivo, cuál es mi medio de vida, de dónde provienen mis ingresos monetarios, cuál es el origen de mi sustento económico. Y esto es algo más que comprensible, ya que los personajes de ficción de los cuentos y novelas (así como los de las representaciones teatrales, las películas, las telenovelas, las radionovelas, las fotonovelas, los comics o cualquier otro medio dentro del cual se desenvuelvan seres ficticios), rara vez debemos rendir cuentas a los ocasionales lectores o espectadores acerca de cuestiones de tal índole. Quizá sea el carácter banal que con frecuencia se le otorga a estos asuntos de orden material, lo que en definitiva propicie que innumerables héroes y superhéroes, villanos y supervillanos, Romeos y Julietas, Tristanes e Isoldas, Quijotes y Sanchos, así como Bátmanes y Róbines, anden tan ligeramente a través de sus existencias -o inexistencias, según se mire- despreocupados del pan nuestro de cada día, y despreocupando a su vez a los eventuales espectadores y lectores -aunque sólo sea por un momento- de sus aflicciones de origen económico, que parecen ser el eje central de la vida real de las personas reales, desde el hombre más rico entre los millonarios hasta el más pobre de los indigentes.
En tanto y en cuanto yo no soy más que un personaje de ficción, ignoro las respuestas a tales interrogantes. Será el lector -perezoso por naturaleza, aunque por lo general más imaginativo que cualquier escritor- quien determine de qué vivo, cuál es mi medio de vida, de dónde provienen mis ingresos monetarios, cuál es el origen de mi sustento económico. Y se valdrá para ello de las escasas pistas dispersas aquí y allá dentro de la obra misma, si es que realmente está interesado en tales banalidades.
En lo que respecta a mi pseudo-existencia, por el momento sólo estoy autorizado a decirles que soy, ora un personaje de ficción más, ora una ingeniosa artimaña de un pobre aprendiz de escritor que se oculta tras un personaje que relata en primera persona, debido a su simple -y para mí comprensible- incapacidad para reconocer el carácter autobiográfico del presente relato.